Más fiscales y jueces son noticia, lastimosamente no por satisfacer las demandas de castigo ejemplar para transgresores de la ley, sino porque ellos o ellas cometieron hechos deplorables o salieron airosos de acusaciones con pruebas en su contra.
El uso de dinero que forma parte de una evidencia de un delito, por parte de una fiscala para pagar su implante de siliconas, y la anulación que hizo la Corte Suprema de una resolución por la que el Tribunal de Ética Judicial amonestó a una jueza que había cometido plagio en la elaboración de un libro, según las denuncias, nos recuerdan lo mal que están el Poder Judicial y la Fiscalía.
Esos dos incidentes se suman a otros tantos que afectan sobremanera la credibilidad de tan importantes instituciones como las señaladas.
Uno de los casos más graves de los últimos tiempos es la acusación que existe contra un fiscal que, de acuerdo con las pesquisas de un colega suyo, pidió dinero para favorecer a uno de los más grandes sospechosos de apoderarse de enorme cantidad de dinero público, aprovechándose de su cargo, y debido a ello, el proceso judicial contra ese manguruju va rumbo a terminar en la nada, como muchos más en los que estuvieron o están involucrados ex presidentes o ex directivos de entidades estatales.
Es una pena que, de ser verdadera dicha imputación que se hace, debido al bandidaje de un agente fiscal se frustre la sanción a uno de los peces gordos que creció al amparo de la vileza político–partidaria.
Igualmente es triste constatar que muchas actitudes deshonrosas ya se estarían incubando desde la etapa de la educación secundaria y terciaria de alguna gente.
Por ejemplo, recibí el testimonio de que el mejor egresado de un colegio obtuvo tal distinción mediante la presión de sus padres, que para lograr tal fin arbitrariamente hicieron que le restaran puntos a otro alumno que iba a recibir el diploma.
También conozco el caso en que entre algunos postulantes a ingresar a una facultad se distribuyeron, un día antes del examen, fotocopias de las preguntas que aparecerán, porque sobornaron a alguien de la casa de estudios para obtenerlas.
Asimismo, en la escuela veía que una madre visitaba periódicamente a la profesora de uno de sus hijos, a quien llevaba de regalo manzanas y otros artículos. El resultado era que aquel alumno siempre obtenía muy buenas calificaciones, aunque después no pudo sostener similares puntajes cuando cursó la universidad.
Como esas hay muchas historias en este país.
Con estos relatos concluyo que, si en la misma casa o en la etapa formativa de las personas se transgreden algunos principios y la ética, cuando grandes, como profesionales, esos ciudadanos incurrirían en hechos iguales o peores.
Fuente: Última Hora 12/12/2009
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